Soluciones rápidas y nuevos modelos
Se habla mucho recientemente de las limitaciones que debería el Gobierno imponer en la red o de nuestra ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, que no goza precisamente entre los internautas de gran popularidad. Hoy acabo de leer que se ha aprobado la Ley de Economía Sostenible, a pesar del rechazo social y de todas las reacciones que ha suscitado, como La Lista de Sinde.net o el Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales de Internet. Por otro lado, desde EE.UU nos acusan un día de piratas, incluyéndonos en sus listas negras, otro día de censores de Internet, añadiéndonos en listas no menos oscuras al lado de China e Irán.
Así que dado el circo interno que tenemos llamado política nacional, las acusaciones “feas” que nos llegan desde el exterior (que curiosamente suscitan la necesidad imperiosa de justificarnos, igual que a los niños acusados de romper un cristal), y la presión de las grandes corporaciones audiovisuales y de las entidades gestoras, entiendo que apremiara una solución rápida y efectista… acorde con las pautas que solemos seguir en España. Y otra vez: pan para hoy, hambre para mañana. No nos ha quedado claro con la crisis del ladrillo.
Si todos los profesionales y entendidos de Internet, y con ellos me refiero al grupo de personas que trabajan con, en y para el nuevo medio, señalan que irremediablemente la red exige nuevos modelos de negocio que permitan al autor vivir de su obra y a la comunidad de usuarios compartir conocimiento en libertad, me pregunto por qué los estamentos oficiales no operan en esa dirección. Y es que, como a tantos otros conciudadanos, puede que esto de “nuevos modelos” les suene a objetivo claro de ataque desde la oposición, inversiones fuertes de dinero y a riesgo innecesario, y claro (como les ocurre a los niños o a los conservadores), nos asustamos y lo ignoramos. Por si ayuda en algo, tuve la suerte hace poco de charlar extensamente con Héctor Milla acerca de este tema, así que os dejo aquí las cuatro ideas básicas que compartimos, para así ir poniendo entre todos nuestros granitos de arena.
INTERNET: REVOLUCIÓN O MOTÍN
El sector audiovisual se ha transformado rápidamente en los últimos 30 años no sólo por la irrupción de Internet y su masiva aceptación social, que permite digitalizar contenidos y compartirlos a un coste mínimo, sino también por el abaratamiento de hardwares, software y periféricos, que han permitido al ciudadano de a pie hacer sus peliculillas en casa, transformar contenidos de otros dándoles nuevos significados y lanzarlos a la red, creando un espacio bidireccional de relación y diálogo entre los que hacen y los que reciben. Algunos dirán que coger una imagen de Obama y pintarle la cara como a Joker para criticar su política de Gobierno es ilegítimo. Que copiar imágenes de Star Wars y crear una nueva versión de la saga con el punto de vista personal del fan es ilegal, o que compartir películas en la red es atentar contra la Cultura y el autor.
Puede, pero también hay otros que afirman que el vídeo es el nuevo lenguaje de este siglo, y que una vez los ciudadanos hemos tenido la posibilidad de apropiarnos de este lenguaje y usarlo, nadie puede ni debe arrebatárnoslo, pues forma parte de la esencia misma de nuestra libertad de expresión. Que los contenidos tienen un valor de cambio o económico y un valor de uso, que es el ser disfrutado por la audiencia, y que no se puede sofocar, anular y reprimir el segundo, que beneficia a todos, por el primero, que incrementa las arcas de unos pocos.
NUEVOS MODELOS DE NEGOCIO
Héctor Milla me habla de 3 tendencias en este siglo dentro del sector audiovisual o de contenidos en general:
1. La distribución tiende a cero, puesto que el coste de la transferencia de datos (audio y vídeo) es casi nulo. Cada vez es más barato hacer streaming y cada vez la banda ancha permite la recepción y transmisión de datos a más calidad y mayor velocidad.
2. El almacenamiento de esos datos también tiende a cero, de forma que en pocos años llegaremos a un terabyte de media de datos almacenados en casa. Desde este punto de vista, los sistemas basados en peer-to-peer (como emule, BitTorrent o Skype) son adecuados e inteligentes, pues ponen en la nube todo ese terabyte que cada uno tiene en su casa, optimizando los recursos al servicio de toda la comunidad.
3. El contenido tiende a cero. Cada vez es más barato crear algo nuevo, dando lugar a lo que se ha llamado la Democratización de la producción de contenidos, y de esta forma cada vez más gente lo produce. Así, si la inversión se abarata y la oferta de contenidos se dispara, el valor de ese contenido baja.
Teniendo estas tres ideas en cuenta, debemos buscar los lugares a los que ese valor se desplaza, para aplicar allí un modelo de recuperación de la inversión o monetización de los contenidos. En este sentido, han aparecido ya distintas líneas: la primera es el pago por subscripción, ya sea a contenidos más especializados (como se plantean algunos periódicos digitales), o a servicios Premium, como puede ser el servicio post-venta o la atención personalizada. La segunda es, por supuesto, la publicidad, que merecería un post completo a parte, y sólo apunto que ésta debe tender a ser menos intrusiva que la tradicional, al tiempo que debe aportar un valor al usuario, ya sea información de interés, entretenimiento o contactos sociales. Sin embargo, lo que parece más relevante y donde las grandes empresas están poniendo sus esfuerzos, es en el valor desplazado a la pertenencia emocional. Como empresa, sin duda forma parte esencial de la imagen de marca que queremos erigir. Como creador individual, se traslada al valor de nicho que tiene en particular el contenido que produces. Tu talento, lo que te hace diferente en ese contenido que publicas gratuitamente, es lo que te permite crecer y generar beneficios. En este sentido, sin duda las comunidades de fans y los Social Media tienen que dar todavía mucho que hablar.
Así que dado el circo interno que tenemos llamado política nacional, las acusaciones “feas” que nos llegan desde el exterior (que curiosamente suscitan la necesidad imperiosa de justificarnos, igual que a los niños acusados de romper un cristal), y la presión de las grandes corporaciones audiovisuales y de las entidades gestoras, entiendo que apremiara una solución rápida y efectista… acorde con las pautas que solemos seguir en España. Y otra vez: pan para hoy, hambre para mañana. No nos ha quedado claro con la crisis del ladrillo.
Si todos los profesionales y entendidos de Internet, y con ellos me refiero al grupo de personas que trabajan con, en y para el nuevo medio, señalan que irremediablemente la red exige nuevos modelos de negocio que permitan al autor vivir de su obra y a la comunidad de usuarios compartir conocimiento en libertad, me pregunto por qué los estamentos oficiales no operan en esa dirección. Y es que, como a tantos otros conciudadanos, puede que esto de “nuevos modelos” les suene a objetivo claro de ataque desde la oposición, inversiones fuertes de dinero y a riesgo innecesario, y claro (como les ocurre a los niños o a los conservadores), nos asustamos y lo ignoramos. Por si ayuda en algo, tuve la suerte hace poco de charlar extensamente con Héctor Milla acerca de este tema, así que os dejo aquí las cuatro ideas básicas que compartimos, para así ir poniendo entre todos nuestros granitos de arena.
INTERNET: REVOLUCIÓN O MOTÍN
El sector audiovisual se ha transformado rápidamente en los últimos 30 años no sólo por la irrupción de Internet y su masiva aceptación social, que permite digitalizar contenidos y compartirlos a un coste mínimo, sino también por el abaratamiento de hardwares, software y periféricos, que han permitido al ciudadano de a pie hacer sus peliculillas en casa, transformar contenidos de otros dándoles nuevos significados y lanzarlos a la red, creando un espacio bidireccional de relación y diálogo entre los que hacen y los que reciben. Algunos dirán que coger una imagen de Obama y pintarle la cara como a Joker para criticar su política de Gobierno es ilegítimo. Que copiar imágenes de Star Wars y crear una nueva versión de la saga con el punto de vista personal del fan es ilegal, o que compartir películas en la red es atentar contra la Cultura y el autor.
Puede, pero también hay otros que afirman que el vídeo es el nuevo lenguaje de este siglo, y que una vez los ciudadanos hemos tenido la posibilidad de apropiarnos de este lenguaje y usarlo, nadie puede ni debe arrebatárnoslo, pues forma parte de la esencia misma de nuestra libertad de expresión. Que los contenidos tienen un valor de cambio o económico y un valor de uso, que es el ser disfrutado por la audiencia, y que no se puede sofocar, anular y reprimir el segundo, que beneficia a todos, por el primero, que incrementa las arcas de unos pocos.
NUEVOS MODELOS DE NEGOCIO
Héctor Milla me habla de 3 tendencias en este siglo dentro del sector audiovisual o de contenidos en general:
1. La distribución tiende a cero, puesto que el coste de la transferencia de datos (audio y vídeo) es casi nulo. Cada vez es más barato hacer streaming y cada vez la banda ancha permite la recepción y transmisión de datos a más calidad y mayor velocidad.
2. El almacenamiento de esos datos también tiende a cero, de forma que en pocos años llegaremos a un terabyte de media de datos almacenados en casa. Desde este punto de vista, los sistemas basados en peer-to-peer (como emule, BitTorrent o Skype) son adecuados e inteligentes, pues ponen en la nube todo ese terabyte que cada uno tiene en su casa, optimizando los recursos al servicio de toda la comunidad.
3. El contenido tiende a cero. Cada vez es más barato crear algo nuevo, dando lugar a lo que se ha llamado la Democratización de la producción de contenidos, y de esta forma cada vez más gente lo produce. Así, si la inversión se abarata y la oferta de contenidos se dispara, el valor de ese contenido baja.
Teniendo estas tres ideas en cuenta, debemos buscar los lugares a los que ese valor se desplaza, para aplicar allí un modelo de recuperación de la inversión o monetización de los contenidos. En este sentido, han aparecido ya distintas líneas: la primera es el pago por subscripción, ya sea a contenidos más especializados (como se plantean algunos periódicos digitales), o a servicios Premium, como puede ser el servicio post-venta o la atención personalizada. La segunda es, por supuesto, la publicidad, que merecería un post completo a parte, y sólo apunto que ésta debe tender a ser menos intrusiva que la tradicional, al tiempo que debe aportar un valor al usuario, ya sea información de interés, entretenimiento o contactos sociales. Sin embargo, lo que parece más relevante y donde las grandes empresas están poniendo sus esfuerzos, es en el valor desplazado a la pertenencia emocional. Como empresa, sin duda forma parte esencial de la imagen de marca que queremos erigir. Como creador individual, se traslada al valor de nicho que tiene en particular el contenido que produces. Tu talento, lo que te hace diferente en ese contenido que publicas gratuitamente, es lo que te permite crecer y generar beneficios. En este sentido, sin duda las comunidades de fans y los Social Media tienen que dar todavía mucho que hablar.